Avistamos el castillo de Haro, imponente desde la lejanía, y ya me advierte Julián, el amigo que hará de cicerone en el recorrido que afrontamos, que en esta comarca manchega casi todas las poblaciones llevan la coletilla ´de Haro´ por una antiquísima concesión de tierras a familias de aquella comarca riojana. Continuamos hacia Villaescusa (de Haro, por supuesto), nuestro destino final.
Índice sobre Villaescusa de Haro
Entramos en este municipio conquense, Villaescusa de Haro, de poco más de 400 habitantes y lo primero que hacemos consiste en dirigirnos al horno de Jesús, uno de los dos que existen en esta localidad ubicada a seis kilómetros de Belmonte y su célebre castillo. El olor a horno tradicional te embriaga cuando entras. Departimos unos minutos con Jesús, quien, además de hornero, ejerce de portavoz del PSOE en el Ayuntamiento.
Ciudad universitaria
Quedamos en que su hermana Pilar nos guiará esta tarde por la iglesia. Hacemos la visita después de comer pisto manchego con huevo en el restaurante Saga, que dirigen Miguel y sus hermanos. A continuación, un pequeño paseo por el centro histórico ayuda a comprender lo que estuvo a punto de ser y no fue Villaescusa: ciudad universitaria.
El consejero de Juana’ La Loca’
Sí, aquí nació el poderoso obispo Diego Ramírez, consejero de Juana ´La Loca´ y promotor de la capilla de la Asunción, del pósito y del colegio universitario. Y escribo que estuvo a punto de ser porque uno de los títulos que ostenta el municipio lo constituye el de haber dispuesto de una universidad nonata, la que casi logra que se construya el célebre obispo de no ser porque en el envite le venció el cardenal Cisneros y consiguió finalmente que ese recinto universitario se edificará en Alcalá de Henares. ¡Cómo hubiera cambiado la historia de Villaescusa de Haro si el obispo hubiera logrado su objetivo!
El retablo de la Asunción
Y aunque no lo obtuvo, sí que dejó su municipio acicalado para los siglos venideros con emblemas como el imponente retablo policromado de la Asunción, de 1506, con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. En el mismo templo, en un lateral, puede contemplarse una pila bautismal del siglo XIII. Esto ya lo disfruto con las sabias explicaciones de Pilar, la lugareña que custodia las llaves de la iglesia de San Pedro y que descubre los encantos del templo a quien contacte con ella.
Además de ser localidad de universidad nonata y cuna de una docena de obispos, Villaescusa también preserva una fuente romana y un cercano lavadero. O los restos de dos molinos que se izan sobre una colina cercana y que ofrecen una bonita perspectiva del municipio. O una monumental y coqueta casa consistorial que acoge un recogido claustro de esbeltas columnas.
Después de una visita a Belmonte que da para otro artículo, cenamos de nuevo en Saga unos zarajos y alguna otra tapa no tan típica y a dormir, en mi caso envuelto en una ristra de mantas porque en invierno el frío conquense cala, como mínimo para quien no está acostumbrado.
El domingo hay montería en Villaescusa. Una tropa de cazadores se ha alimentado con un copioso desayuno en una nave situada junta al ayuntamiento que alberga también los actos de las fiestas, en agosto y septiembre, y busca su caza mayor. La población está rodeada de cotos de caza.
Convento de las Justinianas
Aprovecho para caminar hacia Belmonte, desandar, pasear un trecho con destino a la aldea de Rada, contemplar el convento de Justinianas, ascender hasta los molinos y recorrer unas
cuantas veces las tres calles con pendiente que marcan la principal porción del casco urbano. También para admirar el enorme pabellón y, en general, las instalaciones deportivas, dignas de un municipio que multiplique por diez la población de Villaescusa.
Y después de la cacería, y de la caminata en mi caso, llega la comida de fraternidad. Julián prepara una paella con caracoles y con conejos cazados y troceados por Álvaro, carnicero de Belmonte. Agua traída de Valencia y arroz de la variedad Bomba, además de pollo y verduras, completan los ingredientes que nos hacen disfrutar de una deliciosa paella.
Distribuyen una cuchara a cada uno, un vaso de plástico que Jesús (otro, no el hornero) nos llena con el vino cosechero que produce y, en camaradería y buena conversación, nos situamos alrededor de la paella y nos vamos alternando en dar un par de pasos hacia delante e hincarle nuestros cucharones. Para inmortalizar el momento y la elaboración gastronómica de Julián, Cayetano, el alcalde del PP y diputado provincial, hace unas fotos.
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