‘Señores pasajeros, les comunicamos que dentro de unos minutos aterrizaremos en el aeropuerto Internacional Imán Jomeini de Teherán. A partir de este momento, las mujeres deben cubrir su pelo con un pañuelo’. Es quizá lo que más se conoce de Irán, pero hay mucho más detrás del velo o hiyab.
La capital de Irán se ha erigido como abanderada del cambio y de los aires aperturistas frente a la rigidez de las normas impuestas por los ayatolas. Y aunque todavía las mujeres estamos obligadas a cubrirnos el cabello, el movimiento social contra el velo lleva ya tiempo en marcha. La entrada a Teherán nos muestra una urbe enorme y dinámica a pesar de llegamos a altas horas de la madrugada. La primera impresión es que esta ciudad no duerme.
El gran bazar de Teherán
Empezamos a descubrir Teherán por el bazar, el lugar perfecto para tomar el pulso a esta sorprendente ciudad. Aquí se aúna tradición y modernidad. Es el lugar ideal para comprar dulces típicos y frutos secos. En una plaza cercana al mercado, entre gritos de compro y vendo, un grupo de hombres fijan el precio del cambio de dinero en plena calle. Estamos en la bolsa.
El auge de la cirugía plástica es también imposible de esconder. Una epidemia de cambios de nariz parece haber contagiado a las mujeres en este país. Durante todo el viaje nos cruzaremos con chicas que acaban de pasar por el quirófano y aún llevan la nariz cubierta con un esparadrapo.
En el corazón de Teherán se encuentra el Palacio de Golestán, empleado como residencia real por la dinastía Kayar, en el siglo XVlll, y después pasó a la dinastía Pahlavi. Es considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2013. Es majestuoso, por dentro y por fuera. La pieza estrella del complejo palaciego es el impresionante trono de Mármol, también destaca el salón de los espejos. Aquí tuvieron lugar acontecimientos importantes, como por ejemplo la coronación del Shah Reza. Está abierto de 9:00 de la mañana a 17:00 de la tarde.
Pero parece que para las dinastías persas el lujo nunca era demasiado. Imposible de olvidar la visita al Banco Central de Irán, donde tras una puerta acorazada se encuentra una increíble colección de joyas y objetos decorados con rubíes, esmeraldas y brillantes. Estos tesoros pertenecieron a los soberanos persas, sobre todo del período de los Qajar y los Pahleví, y hoy forman parte de las reservas nacionales iraníes.
Dos torres son fundamentales en Teherán. Camino del antiguo aeropuerto, la torre Azadi o de la Libertad, uno de los monumentos más emblemáticos de Teherán. Tiene 45 metros de altura y está recubierta de 25.000 placas de mármol blanco. En sus cuatro pilares están reflejados todos los estilos arquitectónicos de Irán. Arriba, un museo y sala de teatro, y abajo se encuentra el restaurante. Eso sí, prepárate para hacer algo de ejercicio porque no hay ascensor y hay que subir a pie por las escaleras. Pero si hay una torre que es la estrella de Teherán y a la que hay que acudir en busca de las mejores vistas, esa es la torre Milad, que con sus 315 metros de altura se corona entre las más altas el mundo. Dentro se encuentra un museo de cera, restaurantes, cafés, cines e incluso se pueden practicar deportes de riesgo.
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