Hoy Evarist se ha moderado y hasta las seis no ha puesto su despertador para reiniciar el Camino de Santiago. Me pongo en pie, acabo de arreglar mis bártulos y salgo a la calle para ir al bar de Arzúa del cual tengo un vale para desayunar que me han dado en el albergue, que no sirve desayunos. Son las 6.45 y el local, aunque pone que abre a las 6, está cerrado. Total, que comenzamos a andar.
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La senda discurre por bosque, junto a carreteras y entre casonas, aunque sin tocar pueblo alguno. A las dos horas paramos a desayunar un buen pincho de tortilla para saciar el apetito, en una cafetería habilitada en pleno camino, aislada del resto de viviendas, y en la que hacen fotos artísticas en blanco y negro de gran tamaño. Aquí nos alcanza Daniel.
El Camino de Santiago se va masificando
El Camino se va masificando. Me viene a la cabeza la comparación entre la familiar playa de Daimús, en la provincia de Valencia, y la concurrida de Benidorm, en la de Alicante. Proliferan ya las bicis a gran velocidad que te obligan (normalmente previo aviso con cordialidad y educación) a retirarte a un lado.
El mejor ejemplo de la citada masificación lo constituye el albergue en el que pernoctaremos esta noche, con 90 camas en tres con dos separadores de plástico. Mi espacio lo comparto con 70 personas más. No obstante, la noche transcurrirá bastante tranquila. Y gracias a los numerosos carteles indicativos y al respeto de quienes se alojan, a las 23 horas no quedará una luz encendida ni se escuchará el más mínimo susurro.
Nos tomamos primero la cerveza antes de disfrutar de la ducha. Esta vez a las 12 en punto ya nos habíamos plantado delante del albergue, antes de que abran y de que lleguen las maletas. La eficiente e hiperactiva recepcionista nos recomienda un restaurante cercano, con nombre que evoca tranquilidad, y allí vamos a disfrutar del menú del día. Por aquí lo de menú del peregrino no suele ser habitual.
Chuleta de ternera gallega
Te acoges al general. Y así lo hacemos, dándonos un pequeño homenaje gastronómico con chuleta de ternera gallega, buen vino y un trozo de deliciosa tarta de queso.
Después llega el rato de descanso, de recopilar por escrito lo ocurrido y de anticiparse a la etapa de mañana (ya será la última) leyendo en mi guía el recorrido.
Luego entramos en el final de la tarde, con el ya clásico recorrido por el pueblo, visita a la iglesia que están cerrando y remate sentados en la terraza de una quesería saboreando, claro está, la correspondiente tabla de quesos. A la que luego seguirá otra de embutido.
Con una botella de vino Albariño para acompañar la parte sólida de la cena. Aprovecho para comprar en este local una pulsera del recuerdo de El Camino. Y de allí, al albergue para cerrar los últimos detalles del día y prepararse para la etapa de mañana. La última, entre O Pedrouzo y Santiago de Compostela.