Comienza nuestro tercer día en esta la ruta por los Pirineos franceses con un paseo matutino entre aldeas pirenaicas y un desayuno copioso de esos que te evitan comer al mediodía. El destino de hoy forma parte del lateral oeste del departamento, por lugares más desconocidos y sin castillos.
Lo iniciamos en el extenso mercado sabatino de Saint-Girons, que va en paralelo y en perpendicular al río, ya que forma calles improvisadas de puestos en diferentes sentidos.
Ocupa todo el centro del casco urbano en una mezcolanza de comercio de ropa, de comida, de gemoterapia, e incluso de sortilegios. Nos indican con acierto que aparquemos a la entrada del pueblo, uno de los más grandes de una zona en la que abundan los pequeños y diminutos. El paseo por el mercado se alarga más de una hora debido a la gran cantidad de focos de atención.
Saint-Lizier y su muralla medieval
Desde Saint-Girons continuamos hasta la vecina localidad de Saint-Lizier, conocida por su muralla medieval y por su palacio de los obispos. Con un folleto de guía hacemos un recorrido entre sus callejones, algunos muy estrechos ya que su única misión inicial consistía en mantener las viviendas separadas con el fin de que si prendía el fuego en una no se extendiera fácilmente a otra. Servían de cortafuegos.
Esta población de los Pirineos franceses tuvo su época de esplendor cuando acogía a numerosos peregrinos con dirección a Santiago de Compostela, y de aquellos tiempos proceden algunas de sus monumentales casas del siglo XV con entramado de madera. El pueblo da para un paseo de algo más de media hora y para visitar su museo, su catedral o su palacio de los obispos. No obstante, como todavía no ha empezado la temporada de muchos de estos lugares permanecen cerrados o con horarios reducidos. Nos ocurre sin ir más lejos con las oficinas de turismo en los diferentes municipios.
Al no encontrar mesa libre en una de sus reducidas terracitas con encanto, frente a la catedral, subimos al coche y proseguimos nuestro camino, en este caso hacia Soueix, una pequeña localidad que tiene poco más que su museo de colporteurs, los ya extinguidos profesionales que, con una especie de sacos colgados del cuello, recorrían los pueblos pirenaicos para vender sus productos.
Disponían de la base de suministro en esta población y un museo, junto a la tienda de la que hacían acopio de artículos, los recuerda. De nuevo para nuestra desgracia está cerrado y no abrirá en semanas. Seguimos fuera de la temporada turística y, ciertamente, nos cruzamos con escasos visitantes allá donde vamos. A modo de consuelo intentamos entrar en la ermita románica, pero está también cerrada.
El pico Serraillé, paisaje montañés
Ya en el camino de vuelta ascendemos el pico de Sarraillé porque Ane, la propietaria de la casa donde nos alojamos, nos ha recomendado el elevado municipio de Caminac, cuya principal característica consiste en que cuenta con casas de montaña diseminadas y muchas de ellas han sido construida con los clásicos tejados pirenaicos para que se deslice la nieve y, tanto en el triángulo delantero como en el trasero de estos tejados unas piedras planas configuran una especie de escalera. Paisaje montañés y un lugar para senderismo.
Retornamos a Massat, el pueblo donde cenamos anoche y que es uno de los más grandes de la zona. Allí hay poco para elegir en cuestiones de cafetería. No obstante, nos sentamos en una terracita y disfrutamos del sol ya vespertino antes de volver a nuestra base.
Foix y el festival de Mirepoix
Hoy visitamos uno de los grandes bastiones fortificados de la región: el castillo de Foix. Antes, recorremos el mercado dominical en la avenida principal de esta población y, desde allí, iniciamos el ascenso a la antigua fortaleza. Su aspecto externo impone, y en el interno destaca sobre todo la recreación de armamento, canterería, armas de asalto con una gran catapulta incluida o ballestas y lanzas, ya que hacen talleres durante gran parte del día.
Antes de acceder a lo que es el recinto amurallado, además de pasar por taquilla (11,5 euros la entrada para adulto) se atraviesa una zona de explicación histórica donde, en paneles, narran la vida de los principales personajes de este castillo que se caracteriza, entre otras cuestiones, por no haber sido destruido completamente a lo largo de la historia y por su casi perfecto mantenimiento actual, incluso puliendo sus rasgos más nuevos para perfilar su faceta medieval.
El recorrido, según avisan, puede durar cuatro horas, y, en algún momento del día hacen visitas guiadas. No obstante, en la práctica, salvo que dediques bastante tiempo a observar la recreación de oficios antiguos y de cómo funcionaban las armas de asalto o las grúas de construcción, en menos de una hora te da tiempo a entrar en las estancias de las dos torres que pueden visitarse y a recorrer el reducido espacio de las almenas. El castillo enamora más por fuera que por dentro, aunque se halla perfectamente conservado y mantenido.
Mirepoix y el festival de música swing: Pirineos franceses
Desde allí nos vamos a Mirepoix, localidad que también estuvo fortificado durante la Edad Media (un pórtico ha quedado como testigo) y donde nos encontramos con la agradable sorpresa de un festival de música swing, con actuaciones en directo y un mercadillo en la céntrica plaza de Leclerc. Todo ello en un día soleado y a unos 25 grados de temperatura. Perfecto para disfrutar del ambiente. Con una visita a la antigua catedral de Saint-Maurice, que destaca por estar construida en una imponente nave solitaria, concluimos el recorrido.
Seguimos hacia Camon, la ciudad de las rosas. De camino intentamos visitar el castillo de Lagarde, del que quedan apenas trozos del esqueleto, es decir, tramos de murallas. Está cerrado al público.
Continuamos por los Pirineos franceses hacia la citada población de Camon, que destaca también por haber sido fortificada (de aquello queda poco o nada), por haber transformado su antigua abadía en alojamiento y, sobre todo, por sus rosas en las casas. El problema consiste en que despuntan en mayo, por lo que no podemos disfrutarlas todavía. Nos conformamos con un agradable paseo y con disfrutar de un parque repleto de margaritas.
De regreso hacemos parada en Vals, que sobresale por su iglesia rupestre. La gracia de este municipio de los Pirineos franceses consiste en que la entrada la constituye el orificio tallado en la roca que le sirve de base. Atraviesas un pasillo que en realidad consiste en una cueva. Después ya llegas a la iglesia en sí, en la que destacan, por ejemplo, sus frescos conservados sin el brillo de los colores originales -evidentemente por el discurrir del tiempo- aunque sí reconocibles.
Y desde allí continuamos por la campiña para volver a Foix y ya adentrarnos en las sinuosas carreteras pirenaicas que nos conducen a nuestro alojamiento en el término municipal de Boussenac.
Consulta aquí la primera parte del viaje por los Pirineos franceses
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