Retomamos el recorrido por las aldeas históricas y la sierra de Portugal ascendiendo a la cima de Monsanto, allá donde emerge su ciudadela. Ha recibido el reconocimiento de aldea más portuguesa de entre las aldeas portuguesas.
Los bancos (algunos incluso esculpidos en piedra) en la puerta de muchas de sus viviendas reflejan la tradición de aposentarse en ellos a media tarde para pasar el día entre conversaciones y pensamientos. La tranquilidad del lugar los prodiga.
Restos de fortificaciones en Monsanto
La ciudadela de Monsanto suma restos de fortificaciones construidas entre los siglos XII y XIV. También iglesias de épocas más tardías. O la enorme cisterna. Por el camino, casas injertadas en rocas. El perímetro amurallado tiene bastante más que aquello que se atisba desde fuera.
Para comprobarlo, eso sí, hace falta superar un fatigoso ascenso. Vale la pena, desde luego, por contemplar los recovecos con encanto que florecen en sus estrechas callejuelas, no aptas para vehículos en la parte superior del casco urbano.
Idanha-A-Velha
Desde allí, siempre por carreteras de paciente recorrido, nos desplazamos a otra aldea histórica, a Idanha-A-Velha. Apenas la puebla un puñado de habitantes que ejercen de guardianes de un legado histórico que abarca desde restos romanos a la silueta de una maltrecha torre del homenaje.
Una furgoneta abre su parte trasera para mostrar a una dependienta que ofrece el surtido de productos básicos. Constituye su comercio ambulante. Algún particular vende quesos.
Belmonte y su mercado medieval
Y otra histórica: Belmonte. Con su extenso mercado medieval el segundo fin de semana de agosto, su poso judío (sinagoga incluida) y sus cinco museos, que abarcan desde los descubrimientos históricos al recorrido del río Zézere (afluente del Tajo y con papel protagonista en el centro de Portugal). Domina un amplio valle. Tanto como lo hace su castillo sobre el casco urbano.
Guarda y su imponente catedral
Desde allí proseguimos hacia el norte, en este caso a la populosa Guarda, la ciudad más alta del país. El punto más elevado lo constituye, cómo no, la torre del homenaje de esta población con numerosos restos de muralla.
No obstante, por encima del resto de construcciones destaca su imponente catedral, que desemboca en la plaza de Luis de Camoes. El otrora palacio episcopal ejerce en la actualidad de moderno museo, con sillas rojas colgando literalmente de su fachada.
El castillo de Sabugal
Seguimos hasta Sabugal, con su esbelto castillo, conocido como ´las cinco esquinas´. La torre del homenaje alcanza los 28 metros de altura. Sobresale, además, por su doble muralla. Comenzó a edificarse como baluarte defensivo en las guerras entre leoneses y portugueses.
Al igual que en el resto de castillos recorridos, la entrada es gratuita y la afluencia de visitantes resulta bastante reducida, por lo que puede disfrutarse con tranquilidad de cada recodo. Eso sí, con precaución, ya que no existen vallas protectoras ni barandillas en la mayor parte de las espigadas escaleras.
Satelha, pintoresca y peatonal
Y cerramos el recorrido con otra aldea histórica. En este caso se trata de Satelha. Pintoresca, amurallada y peatonal, a cuyo centro se accede por un pórtico señorial. Para observar con tranquilidad las casas, con sus explicaciones incluidas, de entre los siglos XVII y XVIII que jalonan sus calles. Recomendable, también aquí, su castillo.
Consulta aquí la primera parte del reportaje sobre las aldeas históricas de Portugal
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