Tercer día en Huelva y afrontamos la visita a otros dos de sus emblemas: Doñana y El Rocío. En la etapa anterio disfrutamos en Moguer, Palos de la Frontera, Huelva capital o Riotinto. De hecho, la salida en autobuses 4×4 para el primero se realiza muy cerca de la célebre ermita del segundo, en el mismo poblado.
Excursión en autobuses 4×4 para avistar linces
Las 8 de la mañana es la hora prefijada de partida de nuestro autobús. Así iniciamos el recorrido por esta zona de Huelva con nuestra guía, Elena Boa, que durará unas tres horas y 45 minutos. Partimos dos vehículos a pesar de hallarnos en una temporada en la que, como me explicará (logro sentarme en primera fila, junto a ella) nuestra cicerone, suelen salir cinco cada mañana. Los precios disparados desde 2022 han frenado la inversión o el gasto en turismo.
Los horarios de salidas diarias son las 8 y las 18 horas. El objetivo final consiste en avistar alguno de los 95 linces que habitan en el Parque Nacional de Doñana; no obstante, al circunscribir nuestro recorrido prácticamente a la parte onubense -excepto la cafetería donde hacemos la segunda parada, que está en término de Sevilla- las posibilidades se limitan. De hecho, no llegaremos a ver.
Huelva: la experiencia de recorrer el Parque Natural de Doñana
Sí contemplamos cernícalos, ciervos o conejos, además de caballos de las marismas, que viven en libertad en esta amplia zona casi desértica en estas semanas. También avistamos pelícanos, concentrados en la única charca que malvive a la sequía.
En cualquier caso, aprendemos, gracias a las explicaciones de la guía, sobre la berrea y la borra de los ciervos y la importancia de sus cuernos para aportar calcio a las ciervas en el embarazo, o sobre las hormigas león, también conocidas como monstruo de las arenas, y cómo atrapa, sumergida bajo tierra, a las hormigas que se acercan a su espacio.
Igualmente adquirimos conocimientos sobre la historia del escupidero colgado de un poste cuyos reflejos evitaban que dos trabajadores se perdieran en la inmensidad de las marismas o por supuesto, las dificultades para lograr que sobrevivan los últimos ejemplares de lince ibérico. Todo ello mientras el autobús va dando saltos sobre las pistas de arena habilitadas para recorrer Doñana mientras tratamos, con los prismáticos que nos dejan, de observar y grabar en nuestra memoria las mejores escenas.
El poblado de El Rocío: la sensación de pasear por la arena
Llegamos acalorados y emprendemos el recorrido por el poblado de El Rocío (Huelva), sin una calle asfaltada, ya que todas están cubiertas de arena para favorecer el discurrir de caballos. La sensación de atravesar sus vías, entre edificios de hermandades y casas particulares y pisando sobre arena más o menos densa, como si paseáramos por la playa, resulta curiosa. Nuestra guía nos ha comentado que consigue alojar a los alrededor de dos millones de personas que acuden en la romería de El Rocío, una aldea de Almonte en la que el resto del año habitan unas 2.000 personas, según nos continúa relatando. Parece imposible, aunque insiste en que es posible debido al aprovechamiento al máximo del espacio para habilitar camas.
Entrar en la ermita impresiona porque la relacionas con las demostraciones de religiosidad y fervor que observas cada año en televisión o vídeos el fin de semana del lunes de Pentecostés. Hoy hay poca gente. Te venden bonos en la entrada para sorteos con los que sufragar gastos de hermandades, te ofrecen cirios para la Virgen o subirte en un pony, y, una vez dentro de la ermita, llama la atención la pulcritud de las paredes, con su blanco impoluto, y la imagen dorada que tanta devoción recibe.
La playa de Matalascañas
Desde allí nos trasladamos a la cercana playa de Matalascañas (Huelva), donde damos un paseo sobre los acantilados que coronan el litoral para observar el mar y a quienes toman el sol en su orilla. Terminamos en Bananas Heidi, un chiringuito con una preciosa panorámica playera y suculentas tapas.
Parada en Isla Cristina de camino a Portugal
Último día de estancia onubense. Nos despedimos de la hacienda donde nos hemos alojado, y de Frank, su propietario neerlandés, y nos encaminamos hacia la frontera con Portugal, aunque antes de traspasarla haremos una parada en Isla Cristina. Visitamos la lonja de venta de pescado, aunque cuando llegamos ya está casi todo vendido. Nos da tiempo a contemplar básicamente cómo una bandada de gaviotas se hace con los despojos que han quedado.
El sol empieza a hacer algo más que caldear el ambiente, de manera que caminamos por el paseo de las Flores y por algunas calles peatonales del casco urbano, además de aprovechar para tomar unas coquinas, como aquí denominan a lo que para los valencianos son las pechinas.
Con Isla Cristina damos por concluido nuestro periplo por Huelva y enfilamos el portugués, que se centrará en Évora, la capital de la región del Alentejo.
Serpa, primera parada en Portugal: una villa amurallada
Nuestra primera etapa será Serpa, una precioso ciudad cuyo casco urbano se halla amurallado, con epicentro en su castillo medieval, y que guarda preciosos plazas con espacios a la sombra que albergan pequeñas terrazas para disfrutar protegido del sol, aunque no tanto del calor. Casas blancas y lugares con encanto que se encuentran zigzagueando entre sus callejuelas. El citado castillo sorprende por su espigada muralla, que se alarga por un lateral del patio de armas y abraza edificios cercanos.
Y de Serpa nos trasladamos ya a nuestra base en Évora, a poco más de hora y media de distancia en dirección al centro de Portugal.
El castillo de Monsaraz: acceso gratuito
Hoy orientamos nuestros pasos hacia la villa medieval de Monsaraz, a poco menos de una hora de distancia de Évora. Cuando faltan escasos kilómetros para llegar ya divisas su imponente castillo, cuyo patio de armas, con bancos escalonados de piedra en un lateral, una vez al año se reconvierte en plaza de toros. Aparcamos en uno de los espacios habilitados fuera del casco urbano, ya que el recorrido por el interior, de continuas subidas y bajadas, únicamente está permitido caminando.
Las cinco puertas que circundan la localización medieval ya exhiben su carácter monumental, que tiene su máxima expresión en el castillo. De entrada gratuita, siempre está abierto, como nos informa la titular de la oficina de turismo. La villa destaca por sus casas blancas, sus iglesias que en algunos casos han sido transformadas en salas de exposiciones, sus recogidos bares o sus alojamientos. Y, desde luego, por su panorámica, con el embalse de Alqueva como reclamo.
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En los Pirineos franceses: por el cauce del Ariège, entre castillos cátaros, mercados y senderos (1)