Generalmente eclipsada, en lo que a turismo se refiere, por la vecina Edimburgo, Glasgow (Escocia, Gran Bretaña) sigue ganando adeptos, al tiempo que continúa integrando la modernidad sin perder su clasicismo esencial. Pero si algo distingue a esta ciudad, como reza su lema “People make Glasgow”, es su gente. Un patrimonio personal de gente dura, pero acogedora. Gente auténtica.
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Si de convivencia entre clásico y moderno hablamos, tenemos que referirnos, sí o sí, a su arquitectura. En la urbe escocesa más poblada uno puede admirar desde construcciones victorianas, pasando por ejemplos de art Nouveau de referentes como Charles Rennie Mackintosh y hasta joyas modernas como el Clyde Auditorium de Norman Foster, conocido por su forma como El Armadillo.
Los grafitis conviven con las fachadas clásicas
Viviendas con ya algunos años de existencia ven como enormes grafitis se han adueñado de sus paredes laterales y nuevas obras arquitectónicas se refugian tras fachadas clásicas. Todo ello, mientras, desde lo alto, la catedral, ofrece unas vistas inmejorables de toda la ciudad.
En lo que se refiere a museos, una cita ineludible es el Kelvingrove Art Gallery and Museum, el más visitado en Reino Unido fuera de Londres. Su colección incluye alrededor de unas 8000 piezas y obras de arte de diferentes países y épocas. Por otro lado, llamando la atención ya desde su entrada con una estatua ecuestre del duque de Wellington con un cono de tráfico en la cabeza, la Gallery of Modern Art (GOMA) es otra opción para visitar.
Un buen desayuno escocés para combatir el frío
Pero si lo que uno disfruta son las compras, el centro de Glasgow, con George Square como punto central, ofrece multitud de opciones, por ejemplo, entre las galerías de Buchanan Street o la multitud de tiendas de Argyle Street. Desde ropa, hasta antigüedades, la oferta es amplísima. De hecho, de nuevo por detrás de Londres, es considerada la mejor ciudad para ir de comprar en todo el Reino Unido.
Uno de los secretos para aguantar el ritmo de la ciudad y su clima, sin duda, es empezar el día con un tradicional desayuno escocés. Multitud de locales en la Merchant City, como el Café Gandolfi, en el West End o, por ejemplo, McCune Smith, en Duke Street, ofrecen el aporte calórico necesario para exprimir Glasgow sin descanso en forma de huevos, bacon, black pudding (tradicional morcilla escocesa), tostadas… Si uno prefiere una opción más ligera, un porridge (gachas de avena) con frutos secos y fruta es la opción.
Además del desayuno, ya caída la tarde o entrada la noche, otra parada técnica indispensable debe ser realizada en cualquiera de los pubs tradicionales de la ciudad. Ashton Lane puede ser un lugar ideal para ello. Entre su oferta, cervezas industriales, como la Tennent’s, cerveza escocesa cuya fábrica es visitable en la misma Glasgow, o artesanales, como las también locales Brewdog o Drygate. Todo ello sin olvidar la amplia gama de whiskies, single malts, con años de reposo antes de su disfrute.
Y que suene la música (escocesa y en directo, claro)
El día puede no acabar aquí, ya que Glasgow es sinónimo de buena música. Así lo demuestran nombres de grupos escoceses como The Waterboys, Texas, Franz Ferdinand… Buena música que puede ser vivida en directo en míticas salas como Barrowland.
Como míticos son también, para los amantes del fútbol, escenarios como Celtic Park o Ibrox Stadium, casas de los irreconciliables Celtic de Glasgow y Glasgow Rangers, respectivamente. Presenciar un partido en sus gradas puede convertirse en una experiencia mística para los aficionados al deporte.
En cualquier caso, perderse en Glasgow y entablar conversación con su gente, bien vale una visita a esta ciudad en plena evolución y revolución que, a la vez, no olvida su pasado.
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