Elche: el Palmeral, la Dama, el Misteri y mucho más (2)

Las salinas de Santa Pola
Las salinas de Santa Pola

Continuamos el viaje hacia Guardamar del Segura, cerca a Elche, una localidad que nos ha recomendado la persona que nos ha atendido en la oficina de turismo. Nos sorprendo un tramo de casas pegadas a la arena y a menos de una veintena de metros del mar. Quedan retazos de paseo marítimo, pero este no adquiere consistencia hasta la llamada Playa Centro, con restaurantes en la acera y chiringuitos en la arena. Nos sentamos en uno de cada de estos locales.

Después, para rematar la jornada, nos dirigimos hacia la desembocadura del río Segura. Para ello hemos de aparcar antes de la entrada del puerto, atravesar la lonja, cerrada a estas horas, y llegar hasta el final de las instalaciones, que nos frenan a escasos metros de donde el caudal fluvial se diluye en la inmensidad del Mediterráneo. Tomamos el camino de vuelta, que nos conduce entra las salinas de Santa Pola, y llegamos al hotel poco después de anochecer. Afrontamos el rato de pausa del día, de escritura y de lectura antes de la cena.

Tabarca

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La Isla de Tabarca. Imagen: SQV

Esta mañana, en el paseo, descubro qué es la palmera pipa, porque me topo con las dos con el tronco más largo del palmeral. Se trata de un árbol inclinado hasta casi el punto de caerse si no tuviera un soporte, que en ambos casos es el tronco recortado de otra palmera. Transito entre caminos del palmeral que salen y entran del casco urbano.

Hoy, después del desayuno, nos encaminamos a la etapa previa a nuestro destino de hoy: Santa Pola. Nos cuesta aparcar, pero en cuanto lo hacemos y nos dirigimos al puerto nos empiezan a gritar desde una de las casetas de venta de pasajes para los catamaranes que se desplazan hasta Tabarca. ¡Va a salir ya! ¡Va a salir ya! nos insisten.

Compramos los billetes, a diez euros ida y vuelta, y subimos al barco que, cierto es, zarpa de inmediata. Son poco más de las 11,30 horas y, tras un recorrido tranquilo, nos plantamos en unos 25 minutos en la también conocida como Isla Plana, a poco más de cuatro kilómetros del extremo de Santa Pola.

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Faro de Tabarca. Imagen: Manuel Torres García en Pixabay 

Y en Tabarca hacemos algo que se quedó pendiente de una anterior visita en la que el sol chamuscaba todo aquello que no estaba a la sombra: recorrer la isla -la más grande de la Comunidad Valenciana- de este a oeste, por sus 1.800 metros de longitud. Pasamos por la torre de San José, ante el cementerio, el faro (todo cerrado) por sus playas repletas de algas secas y, después de asomarnos a un extremo, nos dirigimos hacia el poblado. Hace pocos años andabas sobre gravilla; hoy ya están las calles adecentadas y la muralla reconstruida. También han emergido más casas y hoteles de planta baja y primer piso. El casco urbano ha sufrido su metamorfosis turística.

Queríamos comer un caldero tabarquino; no obstante, al observar su contundencia de gallina, patatas, ñora… más una paella de arroz a banda, se nos quitan las ganas. Demasiado contundente. Escogemos el restaurante más rural y alejado del foco turístico que podemos: la Pecera, en la plaza Grande, y comemos fideuà, muy sabrosa, por cierto.

El tiempo antes de que salga el barco nos da para andar y desandar un tramo de isla. Después, nos toca esperar una larga cola para subir en el catamarán de las 16,15, aunque sale finalmente a las 16,30. El siguiente y último ya es el de las 17,45 horas.

Llegamos a Santa Pola pasadas las cinco de la tarde, para recuperar el coche, volver al hotel, coincidir allí con la plantilla del Elche CF que merienda antes del partido contra el Getafe, y explorar el enorme outlet de zapatos del Parque Empresarial de Elche, en Torrellano. Cena y a preparar el día siguiente.

Misteri d´Elx

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El viaje va a tener el mejor remate posible. En 2021, debido a las restricciones de la pandemia, o precisamente para compensarlas, el Misteri d´Elx se celebró el 1 de noviembre (su fecha habitual es 14 y 15 de agosto). Este año se ha vuelto a repetir durante el fin de semana previo a Todos los Santos y el citado primer día de noviembre se ha llevado a cabo la Vespra, que, junto con la Festa, conforman esta celebración catalogada desde hace algo más de una veintena de años como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

La basílica estaba llena, que no abarrotada, para disfrutarlo. La Vespra comienza con la entrada de una comitiva compuesta por la Virgen María, María Salomé y María Jacobe más seis ángeles. Todos estos personajes están representados por niños, como ha sido secularmente.

Entran en la iglesia y entre cánticos desgarradores y peticiones, van atravesando el andador o corredor en pendiente que lleva hasta el altar. Después se suman a estos personajes los de San Juan, San Pedro y otros apóstoles. No obstante, las apariciones estelares son, primero, la del denominado Ángel de la Granada, y, después la del Ángel Mayor, que, con otros cuatro, desciende en la llamada recélica desde el techo, pintado de cielo, de la basílica.

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Con los cánticos, los atuendos, la música y la iluminación generan un ambiente místico embriagador que se alarga la más o menos hora y media que se prolonga el espectáculo.

Antes de marcharnos pasamos junto a la Torre del Consejo, que data del siglo XV y que forma parte en la actualidad del edificio del Ayuntamiento, y también descendemos hasta el cauce peatonal, junto al escaso caudal del río Vinalopó, para dirigirnos al tramo del Palmeral en el que se encuentra nuestro hotel. Dejamos Elche con la sensación de haber completado un viaje casi redondo y de haber disfrutado de una ciudad con múltiples encantos.

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