Si algo llama la atención del viajero al llegar a la isla de El Hierro, en las Islas Canarias, es no encontrarse con la presencia de demasiados turistas, al contrario de lo que ocurre en otros lugares. Y es precisamente esta tranquilidad que se respira lo que dota de una todavía mayor belleza a sus, ya de por sí, espectaculares paisajes.
Un ejemplo claro de esto se puede encontrar a pocos kilómetros de la capital, Valverde. En la zona norte de la isla se encuentra el Pozo de las Calcosas. Un pequeño asentamiento de casas en las que aún es posible apreciar tejados pajizos y paredes de piedras volcánicas, que, situado en una pequeña bahía, también cuenta con una piscina natural. El lugar bien podría ser el escenario del desembarco de un antiguo galeón pirata.
Árboles sagrados y monumentales
Cerca del Pozo de las Calcosas, en San Andrés, se encuentra un lugar mágico con una energía especial. En él se puede admirar el que fuera para los bimbaches, aborígenes de El Hierro, y para los herreños actuales su árbol sagrado: el Garoé. Un tilo cuyas hojas recogen el agua que viaja en las nubes y la almacena en pequeñas oquedades que lo rodean. El original fue derribado por un huracán en el siglo XVII, mientras que el actual lo sustituyó en 1949. Este monumento natural es el protagonista del libro que lleva su mismo nombre por título, “Garoé”, obra del escritor canario Alberto Vázquez Figueroa.
Siguiendo con árboles y escenarios mágicos, en la otra parte de la isla, en el oeste, se encuentra El Sabinar. Se trata de un pequeño bosque abierto de sabinas. Hasta aquí, todo puede parecer normal, pero lo que hace atractivas y especiales a estas sabinas son sus retorcidas formas. Unas formas conseguidas debido a la fuerza de los vientos alisios que, de este modo, crean obras de arte naturales.
El punto más occidental de España
Precisamente en esta parte occidental de El Hierro se encuentra otro bello lugar, a la par que cargado de simbolismo. Se trata de Punta de Orchilla. Bello porque el paisaje que rodea este cabo no deja de recordarnos que estamos en una isla de origen volcánico y especial porque es el lugar más occidental de España. Además, hasta el siglo XIX, antes de tenerse en cuenta el meridiano de Greenwich, este fue considerado como el meridiano 0.
Si del sur nos desplazamos hacia en centro, la parte más alta de El Hierro, la propuesta aquí podría ser caminar un fácil sendero, el de La Llanía, que, a pesar de su no demasiada longitud, menos de diez kilómetros, nos permitirá disfrutar de contrastes tales como pasar de un pequeño bosque de laurisilva a la contemplación de una caldera volcánica o las vistas impresionantes del valle de El Golfo. Eso sí, si las nubes lo permiten.
Paraíso para los buceadores
Ya hacia el sur de la isla, un baño en la cala de Tacorón puede ser el aperitivo para disfrutar de un nuevo paisaje totalmente volcánico, el de Los Lajiales, camino a La Restinga. Una vez en esta pequeña localidad, se presenta la opción de reponer fuerzas deleitándose con un exquisito pescado fresco. Y, por supuesto, si uno es amante del buceo, o si no lo es pero quiere vivir una experiencia única bajo el agua, una inmersión se convierte en obligatoria. La fauna marina de esta zona atrae a numerosos buceadores cada año. Una fauna marina que parece haber incluso mejorado tras la erupción volcánica en el Mar de las Calmas en 2011.
En cualquier caso, y se haga lo que se haga, en El Hierro basta con dejarse llevar con tranquilidad, la misma tranquilidad que transmite la isla, para sentir que se está en un lugar especial y lleno de una magia y energía únicas.
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