El Camino del Salvador: entre valles y montañas de León y Asturias (1)

Camino del Salvador. Imagen SQV

Pronto me daré cuenta de que el Camino del Salvador (o de San Salvador) resulta tan intenso y
fascinante como desconocido. Antes, llegada a León en tren de alta velocidad desde Valencia
tras cinco horas cortas de tertulia, lectura y observación.

En la histórica ciudad, visita al museo romano que, para nuestra suerte, coincidió con el inicio
de un recorrido guiado gratuito tanto por las propias instalaciones como por el exterior para
desembocar en los restos subterráneos del antiguo anfiteatro.

Desde allí nos dirigimos al local de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, en la calle
Independencia, donde un socarrón voluntario veterano nos suministra una información
bastante sui generis y nos entrega, por dos euros, el pasaporte de peregrino de Camino del
Salvador
, uno específico diferente al del resto de caminos de Santiago.

Después nos trasladamos a la iglesia de San Isidoro, donde custodian los restos del santo del
mismo nombre,
para entonar la canción del peregrino y recibir la bendición, junto a otros ocho
compañeros de camino. Intentamos entrar en la catedral pero, aunque todavía faltaban 20
minutos para el cierre oficial, ya no nos lo permiten.

Optamos por cena tempranera buscando mesa entre los concurridos locales del centro
histórico, abarrotados para tapear. Al final disfrutamos de un ágape en La Taberna y a
descansar, que al día siguiente empiezan los 120 kilómetros largos de recorrido.

León-La Robla

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Primera jornada. Salida a las 7,25 horas desde la catedral de León, la primera imagen urbana
que tenemos y el punto de inicio oficial. El primer kilómetro lo comparten el Camino del
Salvador y el Camino Francés, por lo que se halla más transitado. A partir de la iglesia de San
Marcos, y antes de cruzar el río Berserga, giro a la derecha y nos quedamos solos.

En principio, la etapa, de 27 kilómetros, parece sencilla, aunque luego se irá complicando por
la falta de bares o tiendas donde comer y repostar en el recorrido. Será una de las señas de
identidad este camino por la España despoblada.

También pronto nos llega el aperitivo de ascensos y descensos que también identifican este
recorrido por León y Asturias. En la primera etapa enfilamos una cima de 1.030 metros con la
mochila de algo más de siete kilos y el bastón, que por primera vez utilizo como peregrino en
mis seis experiencias vividas en esa condición.

Discurrimos por un par de aldeas, por bosque, algo de carretera… y así, tras siete horas,
llegamos a La Robla, nuestro primer destino. Reúne a casi 3.000 habitantes y numerosos
comercios, con un par de mercerías y una decena de cafeterías, todas bastante concurridas
posteriormente, a media tarde. En cambio, apenas hay bares y restaurantes. Nos alojamos en
la pensión Yosumar, prácticamente, si descontamos el local junto al albergue, el único sitio
para comer.

La Robla-Poladura

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La etapa dos no se me olvidará porque la comenzamos ateridos de frío, a siete grados, por
asfalto, y la terminamos a más de 30, después de atravesar preciosos valles, sinuosos
desfiladeros y semidesérticas aldeas
. Camino del Salvador en estado puro, entre prados, vacas
y caballos.

Todo el trazado se encuentra perfectamente señalizado. En este tramo de algo más de 23
kilómetros
únicamente tendremos la opción de parar a comer algo en un bar situado en una
aldea, a 8 kilómetros del inicio. Como no ha llegado todavía el reparto de pan, no pueden
prepararnos bocadillos.
Lo único que nos ofrecen es un insípido pincho de tortilla por boca de
una camarera seca y antipática. Una excepción en nuestra ruta.

El camino resulta duro por los ascensos a collados a través de caminos sinuosos y pedregosos.
Lo concluimos en seis horas y treinta minutos hasta llegar a nuestra aldea, Poladura de la
Tercia
. Está todo tan contado que en nuestro alojamiento no pueden darnos de comer. Ni
siquiera un pincho. Compran lo justo para sumar el número de comensales que han reservado.

Nos conformamos con una cerveza y un cuenco de aceitunas degustados en este remanso de
paz entre susurros del arroyo y cacareos de gallos. La tarde discurre con una tranquilidad
absoluta en esta aldea que no alcanza las 50 viviendas y sin tele en la habitación.

Cenamos a las 19 horas el menú que nos sacan. No hay elección. Tampoco la necesitamos. El
hambre aprieta. Cuando eres peregrino, aunque te parezca que no estás famélico, empiezas a
comer y tarda más de lo habitual en parar. Cuesta saciarse.

La Tercia-Pajares

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Día 4 y tercero de camino. Estamos en la localidad de Pajares, famosa por su temible puerto de
Montaña.
Acaba de pasar la furgoneta de venta de pan y bollería. Para, después de pitar un
par de veces, en la plaza en la que estamos sentados y empiezan a salir mujeres de las
viviendas para comprar. Nos explican que el panadero acude por las tardes entre semana, que
el frutero lo hace un par de días y que el carnicero, una
. No existen comercios en este
municipio ni en otros vecinos, por lo que la venta se hace de manera itinerante.

Eso ya es por la tarde, en el banco pegado a la casa de unas lugareñas de amable conversación.
Antes, hemos superado un recorrido más corto de lo habitual (14 kilómetros), aunque también
bastante exigente.

Hemos subido a un collado de 1.568 metros (el del Cueto) y a otro de 1.564 (de la Sierra) para
luego alcanzar el puerto de Pajares y emprender un descenso vertiginoso al pueblo del mismo
nombre. Nivel cuatro sobre cinco de dificultad. Preciosos paisajes y mucha pradera entre
valles. Así hemos pasado de León a Asturias.

Nos hemos detenido en la cafetería del antiguo parador, desde donde hemos oteado una
preciosa panorámica, en pleno puerto de Pajares. Y hemos descendido entre hayedos y
piedras resbaladizas.

En nuestro alojamiento nos han sacado un menú -no lo eliges y es el único bar en Pajares-
abundante, que ha comenzado por un enorme cuenco de lentejas y arroz y ha seguido con una
bandeja de pollo con pimiento.

Y por la tarde, tertulia con lugareñas sobre la despoblación, la falta de niños o la casa donde
creció el erudito Ramón Menéndez Pidal
. Durante este tramo, poco antes del puerto de
Pajares, visitamos la recogida colegiata de Santa María de Arbás.

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