Día 3 del Camino de Santiago. A las 5.55 horas solamente quedamos dos en la habitación. Me preparo la mochila, desayuno la tostada, el zumo y el vaso de leche que nos dan y a las 6.55 inicio la etapa de hoy de El Camino de Santiago con Toni. No obstante, a los 500 metros recuerda que se ha olvidado de poner su nombre en la mochila (la dejamos cada mañana en recepción para que la lleven al siguiente alojamiento). Desanda y yo sigo.
Daniel, mecánico de Murcia
Al poco comienzo a hablar con Daniel, un mecánico de Murcia. Haremos toda la etapa juntos. Atraviesa un momento delicado de su vida que comparte conmigo. Estas conversaciones forman parte de la magia de El Camino. Paramos un par de veces, aunque marchamos a un ritmo alto. En menos de seis horas (incluidos los 40 minutos aproximados de las dos paradas) nos hacemos los 25 kilómetros.
Brumas y bosque
El trayecto discurre entre brumas y bosque al principio, con mucha subida los primeros diez kilómetros. Luego vamos un largo tramo junto a la carretera, e incluso por rutas de vehículos comarcales, y no tanto por sendas. Paramos en una curiosa ermita donde un señor ciego nos pone un cuño templario y debajo añades la fecha en números romanos. Después de darle la voluntad me ha regalado dos estampitas (de la Virgen de Lourdes y de Santa María Magdalena) con oraciones.
Llegada a Palas del Rei
Llego a Palas del Rei con un trozo de suela menos en una zapatilla, dolor en un juanete y las pantorrillas algo cargadas. Directo a la ducha y a la cerveza fría. Momentos placenteros al final de cada etapa. No está Toni aún en el albergue, aunque sí Evarist, que me da una tirita para el juanete y Trombocid para untarme en las piernas y relajarlas.
Nos vamos a comer a un restaurante con un camarero bastante peculiar y poco servicial. Nos juntamos Evarist, Toni, Daniel, una pareja de Barcelona (Carlos y Mari-Ángeles) y yo para disfrutar del menú diario (en mi caso, caldo gallego y pulpo a la brasa) y un vino cosechero.
Se hacen las cinco y vuelvo al hotel. Hoy estamos en cápsulas tipo japonesas, muy completas, con espacio habilitado para la mochila, una repisa, luz, enchufe y una cortina que nos da una intimidad que no he tenido ni tendré en el resto de albergues.
Ropa a la lavandería
Me voy a la lavandería, pongo la ropa y al bajar para cambiarla a la secadora un peregrino uruguayo me invita a mate. Encuentros de El Camino de Santiago. Me dispongo a escribir este diario con los pies metidos en un barreño de agua fría hasta que se seque la ropa.
Voy a la iglesia local para asistir a la tradicional misa del peregrino. Está repleta. Un cura muy cosmopolita dirige la homilía (le acompañan dos caminantes sacerdotes).
Veo que Daniel me ha escrito para cenar. Quedo con él y nos tomamos una tapa de queso con cerveza en la terraza del mismo sitio donde hemos comido. Al poco aparece Evarist, que nos ha visto en este emplazamiento privilegiado y se suma a la cerveza.
Bocadillo de ternera y regreso al hotel
Luego cenamos un bocadillo (en mi caso de ternera) y regreso al hotel. Hoy quiero acostarme relativamente pronto (sobre las 22.30 horas) en el habitáculo japonés.
Antes de dormir siempre hay unas cuantas cosas que arreglar, como preparar la ropa de mañana para evitar hacer ruido de madrugada, dejar la mochila medio arreglada, poner en la etiqueta el destino del día siguiente, rebozarse los pies con visvaporús, leer… Esta noche duermo mejor. Tener una cortina que te separe del mundo contribuye decisivamente a conciliar el sueño.
Siguiente etapa de El Camino de Santiago: Palas de Rei-Arzúa